El cambio de mentalidad es el primer paso para convertir riesgos ambientales en oportunidades

Por Juliana Lopes

La transición a una economía de bajo carbono es cada día más urgente. Pero la visión pesimista y alarmista puede y debe ser sustituida por optimismo y acción. El primer gran desafío está en la necesidad de cambio de mentalidad, una actitud que posibilita ver una serie de oportunidades financieras para empresas, ciudades y gobiernos – algo que ya está en curso en diversos lugares de Brasil y del mundo.

Esta nueva mirada necesita ser más amplia y más profunda, para lograr convertir las acciones que afectan el planeta en nuevas posibilidades de vida y de trabajo. Los ejemplos son innumerables, tenemos las casas flotantes de Holanda (desarrolladas para permitir que la población enfrente la amenaza del aumento del nivel del mar), en la desalinización del agua de mar que hace posible tener agua potable en Israel y Arabia Saudita, o en la transformación del suelo semiárido brasileño en un polo productor y exportador de frutas como el melón y la sandía.

Según los datos reportados en el infográfico del CDP Latin America «Navegando por una economía en transición», las empresas tuvieron pérdidas en reales brasileros de US$ 37 mil millones por no incluir en la planificación los riesgos climáticos. Por su parte, las compañías que planearon su gestión teniendo en cuenta una economía de bajo carbono reportaron oportunidades y negocios con rendimientos de US$ 4,7 mil millones en ganancias el año pasado. Estas empresas invirtieron US$ 283 millones en reducción de emisiones y en procesos productivos con tecnologías limpias. El resultado de estas iniciativas generó utilidades por R$ 3,6 mil millones.

De las 11 empresas que respondieron en América Latina al programa de bosques, el 72,7% se comprometieron a reducir la tasa de deforestación. En el capítulo Agua, de las 25 empresas que respondieron en la región, 68% se comprometieron a reducir el consumo del recurso hídrico.

Braskem es la compañía más destacada en la región (y también en el mundo) por ser una de las pocas compañías brasileñas que ha definido e implementado en toda su operación un precio interno del carbono. La mayor productora de polietileno verde I producido a partir de caña de azúcar, es de origen 100% renovable, identifica y prioriza potenciales oportunidades y riesgos climáticos en todas las plantas en Brasil, Estados Unidos, Alemania y México. Además, tiene un plan hasta 2040 de validación de las acciones de mitigación de los riesgos más relevantes. En 2017, la empresa se destacó por obtener el compromiso del 65% de los proveedores con el cambio climático y el 76% para reducir el consumo del recurso hídrico, las mayores tasas de respuesta entre las empresas participantes en América Latina. En la transición a una actividad de bajo carbono, la compañía evalúa el ciclo de vida del plástico verde, que en 2017 indicó que el biopolímero de Braskem hecho a partir de etanol quita 3,09 kilos de CO2 del aire con cada kilogramo producido. Esta decisión operativa minimiza los impactos ambientales y sociales negativos y maximiza los positivos.

Otro buen ejemplo es la compañía constructora brasilera MRV. En 2017, la empresa entregó su primer condominio con 360 viviendas, capaces de producir su propia energía por medio de la instalación de placas fotovoltaicas en los tejados. Siguiendo los pasos de este piloto, el 30% de sus emprendimientos lanzados el año pasado y en los próximos 5 años utilizarán esa tecnología, proporcionando aún más economía y beneficios al ambiente.

De las 155 ciudades de América Latina que participan en el programa Cities del CDP global, 38 reportaron inventarios. De estas, ocho ciudades (21%) trabajan en la reducción de sus emisiones. Estos datos demuestran que hay una meta que necesita ser superada entre la intención de planificar y la efectiva acción que se transforma en resultados.

Dentro del programa Cities hay una serie de oportunidades, como demuestra el caso de la ciudad de Cuenca (Ecuador) que ya cosecha los frutos de su planificación. El gobierno local hizo una alianza con una empresa holandesa y logró hacer el aprovechamiento de biogás, generando un beneficio de 3.500 millones de dólares al municipio en 2017, al utilizar una materia prima que no se había tenido en cuenta.

Colina, en Chile, instaló la primera planta solar fotovoltaica debido a su excelente nivel de radiación y topografía plana. Este es un ejemplo de cómo la energía limpia puede conducir al desarrollo de nuevos negocios.

Natal, ciudad ubicada al norte de Brasil viene trabajando en la planificación de acciones que apuntan a mitigar el avance del mar al área costera y sus playas, para evitar riesgos en su principal actividad económica, el turismo. El primer paso fue monitorear, y el siguiente, fue salir del plano teórico, construyendo soluciones prácticas, sobre los datos reportados.

En la capital de Ecuador, Quito, la planificación se enfocó en el cambio climático con un cambio en la legislación para que todos los nuevos edificios incluyeran criterios de cambio ambiental en su concepción y construcción, incluso el tema de la huella de carbono. El enfoque de la gestión pública fue la adaptación y la resiliencia de la ciudad, aumentando así la inversión en la conservación y gestión integrada de los recursos naturales de las áreas naturales del distrito. La ciudad combina 17 ecosistemas diferentes, nueve zonas climáticas y una extensa variedad de flora y fauna.

Por su parte, en la ciudad de Río de Janeiro los 4 mil semáforos son sustituidos por tecnología LED, más resistente a las lluvias, energía más barata y durable. La sustitución está siendo financiada a través de una alianza con la Fundación Clinton, que tiene como foco principal confrontar los efectos del cambio climático en el mundo.

Estos ejemplos demuestran objetivamente que nada es imposible si tenemos en cuenta el grado de tecnología alcanzado por la humanidad. Entidades, empresas e inversionistas tienen que pensar a largo plazo y actuar en el corto para hacer la transición. Como se ve, el retorno de las inversiones está garantizado, además de la generación de seguridad y bienestar para las poblaciones. Es necesario que haya una articulación entre todas las esferas para evitar el aumento de la temperatura de la tierra en dos grados celsius hasta 2050, compromiso firmado en el Acuerdo de París.

Quien ya pasó de la planificación a la acción de mitigación o transformación de los riesgos en algo productivo, además de promover innovación en sus áreas, ya obtiene ganancias y posibilita la supervivencia del negocio. Es necesario pensar en grande y los suficientemente lejos. Es necesario actuar, creciendo gradualmente, en el ahora, como en una larga caminata. Lo que determina si el viaje se cumplirá es dar ese primer paso y antes de la acción, hay que hacer la planificación de actividades, evaluar las condiciones geográficas, de alimentación y de tiempo. Sin el primer paso nunca se llegará al camino, ni al futuro.

Juliana Lopes es directora del CDP Latin America, entidad cuya misión es enfocar inversionistas, empresas y ciudades en tomar medidas urgentes para construir una economía verdaderamente sostenible, midiendo, comprendiendo y reduciendo su impacto ambiental.

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