“Urbanizar la reserva Thomas Van der Hammen sería perder para siempre un paisaje monumental”: A. Cleef

Antoine Cleef, profesor emérito de la Universidad de Ámsterdam y uno de los científicos más reconocidos del mundo por sus estudios en los páramos colombianos, dice que la urbanización de esta zona forestal de la ciudad es una decisión facilista que va en contravía de las tendencias mundiales.

BOGOTÁ, OCTUBRE 10 DE 2016. “Alcalde Peñalosa, no urbanice la reserva Van der Hammen”.

No lo pide a manera de súplica cualquier transeúnte. Es una sentencia justificada con argumentos de Antoine Cleef, profesor emérito en ecología y  vegetación tropical de la Universidad de Ámsterdam, miembro de la Academia Colombiana de Ciencias, Físicas, Exactas y Naturales y uno de los científicos más reconocidos del mundo por su trabajo en los páramos de Colombia.

En una reciente visita al país, que incluyó además un recorrido por la Reserva Encenillo, de la Fundación Natura, donde revisó la posible construcción de un corredor biológico para la preservación del oso andino, Cleef, descubridor de más de 300 nuevas plantas, 15 de ellas nominadas con su nombre, Cleefii, explicó que lamentaba profundamente la intención del Alcalde de urbanizar la reserva Van der Hammen, lo que llevaría a que la ciudad tuviera 50 kilómetros continuos de edificaciones y calles entre Chía y Usme.

“Para asegurar un clima saludable en una gran urbe, las áreas verdes son de gran importancia. A manera de ejemplo, en Holanda nos hemos visto confrontados en las últimas décadas a la expansión urbana de ciudades como Ámsterdam (la capital) y La Haya (sede de gobierno). La solución se encontró en el desarrollo de centros urbanos satélites (como Almere y Hoorn), dejando paisajes verdes en medio. Vías y transporte público cuidadosamente diseñados proveen las conexiones”, explicó Cleef, argumento que hace parte de una carta que él firmó con su colega Henry Hooghiemstra, doctor en paleoecología y también miembro de la Academia de Ciencias, y que ambos radicaron en el Palacio Liévano.

Cleef, quien precisamente fue alumno y amigo personal del famoso investigador Thomas van der Hammen y recorrió el país a su lado en muchas ocasiones, opina que el espacio verde alrededor de las grandes ciudades es usado de manera intensiva para recreación, agricultura, naturaleza y vida silvestre, así como para plantaciones forestales con especies nativas.

“Por eso, sería sumamente contraproducente y una pérdida para siempre si se procede con la pavimentación del paisaje rural de la reserva Van der Hammen”.

El holandés sustenta que la Sabana de Bogotá refleja un paisaje icónico y tradicional del altiplano ecuatorial de los Andes, que se estableció durante la última glaciación y ha seguido desarrollándose bajo condiciones climáticas más calurosas durante los últimos 10.000 años. Pueblos indígenas precolombinos desarrollaron una agricultura de humedal y la actual Sabana contiene los últimos vestigios de este paisaje histórico.

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Antoine Cleef, profesor emérito de la Universidad de Ámsterdam, es uno de los académicos que más conoce los ecosistemas colombianos, entre ellos los páramos y humedales.

“La urbanización de la Reserva llevaría a la pérdida de este paisaje monumental.  En lugar de urbanizar, el desarrollo hacia un monumento patrimonial de la humanidad, reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), sería un destino final más deseable”, sugiere.

El científico, que recibió en el 2006 la Orden de San Carlos por sus aportes al medioambiente nacional, dice que aún hoy se ven oportunidades realistas para elevar el paisaje de la Sabana a las condiciones que este tenía en la primera mitad del siglo pasado. Las condiciones de las quebradas, afluentes del río Bogotá, con restos de pantanos y humedales asociados, se pueden mejorar.

“La composición del bosque original que cubría grandes partes de la Sabana es conocida gracias a los estudios palinológicos del profesor Van der Hammen, quien  además demostró en su finca Santa Clara (Chía) que estos bosques con especies nativas se regeneran en 15 a 20 años.  Después de 20 años, este bosque de Sabana  muestra actualmente una altura de 15 metros, ha atraído mucha vida silvestre nativa y han llegado de manera espontánea muchas especies de sotobosque, aportadas principalmente por aves. Pequeños restos del bosque original de la Sabana están presentes en la reserva y pueden funcionar como núcleos desde donde se expanda el bosque nativo con especies de alisos, sauces, chilcos y arbolocos, entre otros”, escribe el experto.

Agrega que los remanentes de humedal se pueden restaurar a su estado original con pantanos de Sphagnum (clase de musgo), que contienen frailejones, como ha sido documentado para los alrededores del humedal de Torca y desde el año 1850. Entonces, la fauna silvestre volverá de manera espontánea a estos sitios restaurados.

Cleef,  el profesor  Van der Hammen en su momento y Hooghiemstra le han dejado al país más de cien publicaciones sobre geología, historia ambiental y climática, arqueología, vegetación y valoración de la naturaleza.

“La urbanización de la reserva es una decisión facilista, que además no tiene en cuenta las consecuencias ecológicas y otros impactos a largo plazo. Sucedería mientras los procesos de aumento de la densidad de la urbanización y la protección de áreas verdes se van a imponer a nivel global, que además concuerdan con un mejoramiento de la calidad de vida en el área metropolitana de Bogotá”, concluyó.

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