Homenaje a las madres agricultoras

Durante el mes de mayo, el proyecto de Monitoreo Climático quiere rendir un homenaje al esfuerzo de todas las madres agricultoras, cuyo rol se extiende desde las labores hogareñas, la crianza de los hijos, hasta los duros trabajos en el campo, para brindar bienestar integral, no solo a sus familias, sino a la sociedad en general. Su conexión intima con la naturaleza les ha permitido transmitir a sus hijos el orgullo de sus raíces campesinas, así como el amor y respeto por el campo.

Una madre rural es un símbolo de vida, de maternidad con sus hijos y cultivos: siembra, cuida y cosecha con amor y pasión. El campo es su vida y a diario, es capaz de distribuirse entre las múltiples tareas del hogar: siembra sus huertas, cuida y alimenta de los animales, recoge las cosechas de sus cultivos, cuida de su jardín para verlo florecer, prepara los alimentos para su familia, atiende a sus hijos, está siempre pendiente de su esposo, brindándoles siempre cuidado y bienestar.

En el campo, las madres dedican su vida a trabajar en compañía de sus hijos, nunca los dejan solos. Muchas de ellas cuentan con el apoyo incondicional de sus esposos o sus hijos mayores, quienes también se desempeñan en las actividades agrícolas, juntos preparan la tierra, siembran, riegan las plantas y recogen los frutos.

Es por esto que desde el proyecto de Monitoreo Climático, Fundación Natura e ISAGEN, hacen un reconocimiento a todas las madre vinculadas a este proceso, en el que participan  más de 50 madres Santandereanas, agricultoras de cacao, café y tabaco, quienes han demostrado compromiso e interés en la información climática que diariamente registran en sus fincas, con el fin de conocer el comportamiento del clima de su región y, de esta forma, poder tomar decisiones acertadas y oportunas para el manejo de sus cultivos,  salvaguardando la producción y el bienestar de sus familias.

Para madres como Martha Rueda y Flor María Afanador, sus instintos maternales son iguales a los de cualquier otra mujer, pues consideran que lo más importante en su rol es velar por el bienestar y seguridad alimentaria de sus hijos. Aunque su trabajo es arduo, tiene una recompensa. Por eso, ponen todo su empeño y dedicación en cualquier proyecto que consideren beneficioso para sus familias y para el desarrollo de su comunidad.

Carlos Ardila, hijo de la señora Martha Rueda, señala que “lo más importante que mi madre me enseñó ha sido la sencillez, el significado que tienen las cosas mínimas de la naturaleza, además del amor por la tierra. Ver a mi madre en un proceso como este me llena de orgullo. Ella disfruta registrar los datos climáticos y llevarlos a la práctica. Por ejemplo, el cultivo de cacao depende de la temperatura. Ver su capacidad de interpretar los tiempos para la realización de las actividades culturales, me hace sentir un hijo orgulloso de sus capacidades”.

Yenired Hernández, hija de la señora Flor María Afanador, manifiesta: “De mi madre aprendí el amor por las plantas. Verla cada día cuidar de sus plantas me recuerda sus cuidados y lo dedicada que es. Eso me motiva siempre a ser, por lo menos, la mitad de luchadora de lo que es mi madre”.

Porque ser madre significa dar todo el corazón para sacar a los hijos adelante y enseñarles a vivir. Porque el amor de madre es eterno, les decimos a todas las mamás del campo: ¡Gracias por el tiempo y todas sus enseñanzas!

Esta información hace parte del “Programa para atender la percepción de la comunidad acerca de posibles cambios microclimáticos ocasionados por el embalse Topocoro” y el Proyecto de Monitoreo Microclimático en el área de influencia de la Central Hidroeléctrica Sogamoso, desarrollado mediante el convenio 47-681 entre ISAGEN y Fundación Natura.

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